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SOBRE LAS ELECCIONES EN EL GABACHO

  • Foto del escritor: Federico Elenes
    Federico Elenes
  • 9 nov 2018
  • 4 Min. de lectura

SOBRE LAS ELECCIONES EN EL GABACHO

Este martes pasado nuestros vecinos del norte realizaron sus elecciones llamadas midterms, esto es, de medio periodo. Se renovó la totalidad de la cámara baja, conocida como Cámara de Representantes, equivalente a nuestra Cámara de Diputados, y un tercio de su cámara alta, también llamado Senado. Se parecen, obvio. Esto es porque en México nos las fusilamos. Hay, no obstante, algunas diferencias: los miembros se pueden reelegir en forma indefinida. Los Senadores se renuevan por tercios y se eligen por periodos de seis años. El resultado es una cámara más conservadora, lo cual era la intención original los Founding Fathers, literalmente, padres fundadores, sus constituyentes. También se eligieron gobernadores de estados. El resultado fue ventajoso para los demócratas, si bien no en forma tan abrumadora como se había esperado. Obtienen una ligera mayoría en la cámara baja con 222 escaños; la mayoría absoluta es de 218 (fuente El Norte). Avanzan en gubernaturas, pero siguen siendo más estados con gobernadores republicanos, 26 contra 23 de los demócratas. Uno, Florida, sigue en juego, por lo cerrado de los resultados. Por otro lado, los republicanos mantienen una mayoría en el Senado, que pudiera aumentar, pero, con otra vez, la elección en Florida está duda todavía. Recordar, los republicanos son conservadores, algunos de sus militantes en grado extremo, mientras que los demócratas representan una izquierda muy moderada (liberal en los términos políticos estadounidenses). Para fines prácticos no hay extrema izquierda en los EUA.


¿Qué implicaciones tiene todo esto?


Primero, hay un freno a Trump. Tiene que llegar a acuerdos con los demócratas para avanzar cualquier agenda legislativa. Constitucionalmente, las iniciativas fiscales o que propongan erogaciones presupuestales tienen que originarse en la cámara de Representantes, que ahora estará en manos de la oposición. De modo que no puede recortar impuestos libremente como lo hizo el año pasado, prácticamente el único logro hasta ahora de su gobierno. Y se desvanece la posibilidad del muro fronterizo con México.


Segundo, las comisiones del Congreso tienen una función supervisora del Ejecutivo muy importante, por lo tanto, los presidentes de dichas comisiones tienen considerable autoridad. Pueden citar a cualquier persona a atestiguar ante su comisión y exigir presentación de documentos, como, por ejemplo, las declaraciones de impuestos de Trump. También pueden investigar sus empresas, interferencia en las elecciones, y prácticamente cualquier situación que consideren conveniente. En manos de los republicanos, estos dos años pasados, la supervisión se realizó en forma muy laxa. Trump y sus funcionarios ya no la van a tener tan fácil.


Tercero, los republicanos mantienen mayoría en el Senado. Constitucionalmente, el Senado aprueba (entre otras cosas) el nombramiento de todos los jueces del sistema federal. En el sistema legal estadounidense, la jurisprudencia tiene mucha preponderancia, hasta ser casi equivalente a legislar. Trump ha estado nombrando jueces de ideología muy conservadora y los demócratas no tienen fuerza para impedirlo. Luego, los poderes ejecutivo y judicial seguirán en manos republicanas. Aún más, como los jueces son vitalicios, la tendencia conservadora en el poder judicial puede durar mucho tiempo. Luego, se impondrá una ideología conservadora, hostil a derechos a minorías: negros, hispanos, mujeres, y favorable a grupos cristianos fundamentalistas, quienes rechazan, por ejemplo, la teoría de la evolución. Esta ideología niega también el calentamiento global y la teoría de género, si bien esos son temas que merecen discusión aparte.

Cuarto, el trumpismo ha tenido un freno, pero no ha sido derrotado. El discurso demagógico, con su incitación de temores, de falsedad, de racismo y xenofobia, sigue dando resultados. Trump es tenaz y combativo; los obstáculos lo energizan. Ha mostrado una capacidad notable para reinventarse, después de sus fracasos comerciales, pero ahora en el terreno político tiene un margen de maniobra más reducido. Esto es, su discurso energiza su base, pero también exacerba las divisiones existentes en el pueblo norteamericano. Es una consecuencia inevitable del populismo, que para ser efectivo tiene que fomentar divisiones. Por eso los populistas se hacen autoritarios, como es el caso de Venezuela. Es la tendencia de Trump, pero se enfrenta a instituciones sólidas e independientes y a una prensa acostumbrada a cuestionar y ser independiente. Por eso su constante descalificación del “Fake News Media”.


Trump ya reaccionó agresivamente, como suele hacer. Amenazó a los demócratas contra intentos de investigarlo: “Si los demócratas van a desperdiciar el dinero de los contribuyentes para investigarnos en la Cámara, nosotros nos veremos forzados a investigarlos a ellos por todas las filtraciones de Información Secreta… Si eso ocurre (y me investigan), vamos a hacer lo mismo y el Gobierno se paralizará y les echaré la culpa”.


Más relevante que las bravatas es la renuncia del Procurador Sessions. Individuo muy conservador, fue uno de los primeros partidarios de Trump. No obstante, enfureció a Trump al recusarse –hacerse a un lado− de la investigación sobre la interferencia rusa en las elecciones del 2016. Ello llevó al nombramiento de Robert Mueller como fiscal independiente. Ahora se teme que el sucesor de Sessions, Matt Whitaker, suspenda o frene la investigación de Mueller. Los demócratas no pueden hacer nada al respecto, porque la nueva cámara no toma posesión hasta el siguiente año. La estrategia de Trump para frenar las investigaciones parece ser doble: por un lado coloca de procurador alguien más acomodaticio y por otro usa su recurso básico de intimidar para luego negociar con los demócratas. Una táctica que le ha dado buenos resultado, al parecer, en sus tratos con México.

Finalmente, la economía. Es la carta fuerte de Trump, si bien él y sus partidarios soslayan el hecho que heredó una economía en crecimiento, a diferencia de Obama. Si se mantendrá el crecimiento o no, ni los economistas lo saben. Veo un foco rojo: prácticamente el único logro de Trump fue su muy cacareado recorte de impuestos. Pero el gobierno estadounidense ya tenía un déficit en su cuenta corriente. Para compensar, los republicanos planeaban recortes a programas asistenciales, incluyendo pensiones y Medicare/Medicaid, programas de subsidio a asistencia médica a personas de edad y empobrecidas, respectivamente. Políticamente, esto no fue posible. De hecho, el temor que se implementaran estos recortes ocurriera fue un factor en el triunfo demócrata. Por lógica elemental, si bajan los ingresos y los gastos se mantienen al mismo nivel, el déficit tiene que aumentar. Es posible que los recortes de impuestos se paguen solos con crecimiento económico, pero personalmente lo dudo. No sé si ello haya ocurrido alguna vez. Si el crecimiento económico se detiene en los siguientes años, Trump seguramente va culpar a los demócratas, pero se la va ver difícil.

Solo que no hay que descartarlo. Nunca hay que descartarlo.

 
 
 

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