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LOS FEROCES HURACANES DE FERNANDA MELCHOR.

  • Foto del escritor: Federico Elenes
    Federico Elenes
  • 24 ene 2019
  • 4 Min. de lectura


Penguin Random House Grupo Editorial, México 2017 222 pags.


Dice Fernanda Melchor que su novela Temporada de huracanes “es una exploración de la sinrazón que hay detrás de un crimen pasional. Una exploración a través de la ficción”. Su novela está basado en el caso de una curandera en una ranchería de Veracruz que fue asesinada por su ex amante. Éste conjeturó que le estaba haciendo brujería para que regresara con él. Melchor sintió que esta versión no lo decía todo. Le intrigaba la verdad detrás del crimen. Descartó realizar una investigación, una “novela de realidad” al estilo de A Sangre Fría de Truman Capote, en parte porque en Veracruz esa investigación sería muy arriesgada, pero también porque no habría quien le pudiera revelar lo que quería saber de la historia. Al tomar esa decisión, Melchor muestra la función profunda de la ficción: mostrar lo que no se puede saber de otra manera. Quería que su narrativa “fuera como una llave de yudo: un texto que pudiera generar una fuerza centrífuga tal, como un huracán, que el lector se viera atrapado en él, del que no se pudiera soltar”. Suele haber una distancia entre las intenciones de un escritor y lo que le resulta. No es el caso de Melchor. Aquí, vaya que lo logró.


En una ranchería conocida como La Matosa, unos niños descubren el cadáver de una persona conocida como la Bruja, temida y respetada por los lugareños. Por implicación estamos en Veracruz; sin embargo, no se citan lugares conocidos. El pueblo más cercano se llama Villa, hay una referencia al “Puerto” y a un lugar llamado Gutiérrez de la Torre, evidente alusión a Martínez de la Torre. Temporada de huracanes no es propiamente una novela policiaca. Para la policía, la investigación del delito no es central; lo que le interesa es otra cosa.


Melchor usa el recurso de múltiples testigos para mostrar una realidad cruda, feroz, estrujante.

Los testigos revelan poco a poco lo que ven, lo que saben, pero sobretodo, en una forma muy bien manejada, sus percepciones de los demás. Dentro de la oralidad que Melchor dice estar buscando y que logra, quedan enterradas las pistas, las claves, de la historia. Predominan los resentimientos, las envidias, la ira. Yesenia, muchacha poco agraciada, apodada la Lagarta, criada por su Abuela abusiva, descarga su resentimiento en su primo Luismi (no voy a revelar porqué se llama así) vago y adicto a las pastillas, dado a ilusiones y expectativas poco realistas, hijo de Chabela, prostituta inicialmente, luego lenona. Chabela no tiene inconveniente que a Luismi lo críe su suegra, la ya mencionada Abuela. Un descubrimiento desafortunado de Yesenia provoca que Luismi regrese con Chabela y su esposo, Munra, mantenido de ésta. Munra desaprueba del estilo de vida de Luismi, pero no dice nada por no incomodar a Chabela, con quien lleva una relación tormentosa. Cree que basta con dar consejos malos y trillados para cumplir el papel de padrastro, pero acompaña a Luismi en borracheras y uso de drogas. También desconfía de Norma, una jovencita que Luismi recoge y lleva a vivir con él. Todos estos personajes convergen en la Bruja, la víctima, un personaje extraño, que viste siempre de negro y se cubre de velos. Vive aparte en una casa misteriosa. Es un logro de Melchor que esto que pudiera resultar tópico, trillado, no lo es. Cuando finalmente interviene la policía, no se restablece un orden ni se hace justicia. Más bien es cuando se desata el huracán.


Nadie sale bien librado en esta novela. Pero también todos son víctimas: de abuso, de pobreza, de marginación. Siguiendo un patrón desafortunadamente típico de nuestra cultura, las madres sobrecargan de responsabilidad a las hijas y dejan hacer a los hijos. La Abuela culpa a Yesenia de las faltas de Luismi. Los varones son la adoración, las mujeres solo sirven para atender y cumplir órdenes. Es una ironía mordaz que la mejor madre resulta ser Chabela, no que la barra esté muy alta. Munra, ya se mencionó, falla en su papel de padrastro. Pepe, padrastro de Norma, es todavía peor. En cuanto a padres propiamente dichos, brillan por su ausencia.


El estilo de Melchor es intenso, con un lenguaje crudo, violento, muy apropiado a tema. Maneja con suma efectividad el lenguaje vulgar mexicano, con algunos localismos: choto por joto, por ejemplo. Si algún pero le pondría es que tiende a cansar un poco. Igual el recurso estilístico de no separar párrafos. Por otro lado, tampoco separa diálogos y aquí esto funciona, porque representa cierto distanciamiento de los personajes. Todos están aislados dentro de su subjetividad, no hay verdaderas conexiones. Las relaciones son de interés o forzadas por circunstancias.


Melchor muestra un mundo de caos. Y de ambigüedades. Se construye una carretera a La Matosa que representaría progreso, pero también produce alteración, desorden. Pasan camiones, llegan extraños, el lugar se llena de cantinas, burdeles, drogas. Y surge la violencia. Melchor simplemente muestra. No juzga. Igualmente son ambiguas las drogas. Son desde luego un escape, pero también conflicto y violencia. Y no por su ilegalidad. Otra ambigüedad es la homosexualidad. Por un lado, los personajes masculinos manifiestan la homofobia típica del mexicano. Pero también es ventaja, fuente de ingresos, de diversión. De todas las ambigüedades que maneja Melchor, la de género masculino me parece la más intensa. Ahí es donde de veras nos toma con su llave de yudo.


Tiempo de huracanes es una obra compleja, rica, que después de leída no te deja en paz. Merece una y quizás más de una lectura.


En resumen, una de las mejores obras que leído últimamente.

Las citas de la autora están tomadas de https://www.yaconic.com/fernanda-melchor-temporada-de-huracanes/

 
 
 

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