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DE MÉXICO Y SU LADO CINICO.

  • Foto del escritor: Federico Elenes
    Federico Elenes
  • 9 oct 2018
  • 3 Min. de lectura


Alondra de la Parra es una rara avis. Dirige orquestas sinfónicas. Pocas mujeres lo hacen. Y es mexicana. La conducción es una tarea que, espero estén de acuerdo, está más bien del lado complicado. Hay que coordinar de ochenta a cien músicos, y interpretar composiciones que tienden a la complejidad. Pues bien, resulta que tiene sus detractores. Que no dirige, se dice, que nada más se para a bailar delante de la orquesta y que los músicos tocan por su cuenta. Es cierto, sus movimientos son exuberantes. Un poco. Aquí hay un ejemplo:

https://www.youtube.com/watch?v=2iIOyReJ1os


No soy músico de orquesta sinfónica, mucho menos director, pero sospecho que si cada músico anduviera en lo suyo, el resultado sería un desastre.


No importa que Alondra tenga un currículo impresionante: Orchestre de Paris, la Orquesta Filarmónica de Londres, la Tonhalle-Orchester de Zúrich, entre otras. En 2017 fue designada Directora Musical de la Orquesta Sinfónica de Queensland, convirtiéndola en la primera mujer a cargo de una orquesta australiana. La han llamado “mediocre adinerada”. Se ha dicho que su puesto se lo ganó por Influencias, específicamente, porque estaba casada con un hijo de Ernesto Zedillo, el arquitecto Carlos Zedillo, de quien ya se divorció. Dejemos de lado que de nuestros ex presidentes, Zedillo me parece el más decentito. Reconozco, no es decir mucho. Si notaré que peores cosas, pero mucho peores, han hecho los influyentes en México que ponerse a dirigir orquestas sinfónicas. Hay evidentemente un fuerte tufo a envidia. Eso ocurre mucho en el medio musical. Me gustaría encontrarme con una crítica fundamentada en cuestiones musicales específicas: tiempos, dinámica, desafinación, etc.


Pero también hay una fuerte carga de cinismo. El cínico original era Antístenes, filósofo griego del siglo IV A.C., quien consideraba que los bienes materiales eran despreciables. La felicidad consistía en vivir en la forma más sencilla posible. Otro de sus principios era la desvergüenza y la irreverencia (si es que a estas particularidades se les pueda llamar principios.) De ahí que el término se aplicara a quienes, como dijo Oscar Wilde, conocen el precio de todo y no le dan valor a nada. El cínico se niega a creer en la sinceridad o bondad humana, y esa actitud la expresa en forma burlona, sarcástica, hiriente.


Nuestros cínicos mexicanos no creen que un connacional pueda tener éxito como resultado de talento y esfuerzo. Fue por dinero o influencias o algo por el estilo. ¿Alguien pretende mejorar una situación, resolver un problema? No le hagas caso, solo quiere llevar agua a su molino. ¿Organizaciones? Los que la manejan lo único que buscan es hueso. ¿Ascendieron a fulanita? Es que se acostaba con el dueño. Y así por el estilo.


El cínico toma una posición de cómoda superioridad. Sabe más y mejor que los demás. Conoce los manejos del mundo. ¿Lo niegas? Que ingenuo eres. O estás coludido con Ellos. De esta manera tiene una ventaja: justifica su inacción. No es pasivo, es conocedor.


El cínico no cree en nada porque no cree en sí mismo. Sufre de una profunda inseguridad y baja autoestima que no es capaz de reconocer. O se niega a reconocer. De ahí su desvalorización de todo. Porque en el fondo, le teme a todo. No es de sorprender que cunde en México, donde tenemos una crónica baja estima. De ahí viene, en parte, la apatía de la que muchos se quejan. He notado, de paso, que muchos que la critican no son particularmente activos. Suele haber una respuesta al cinismo, en la forma de comentarios como “En México tenemos muchas cosas buenas que no reconocemos”. Y yo qué sé, quizás Alondra sí se compró su orquesta. Quizás. No es lo más importante.


¿Qué es lo que importa, entonces? Dice María Popova que la esperanza sin mente crítica es ingenuidad, pero mente crítica sin esperanza es cinismo. https://www.brainpickings.org/2015/02/09/hope-cynicism/


Si no hay esperanza, caemos en la parálisis. Claro, reconozcamos. Pero también actuemos, según nuestro mejor criterio. Eso es lo verdaderamente importante.


 
 
 

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